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¿Cuántas veces has buscado ese lugar en el que sólo eres tú?

Sintiendo la libertad de simplemente ser, sin juicios, sin cuestiones, disfrutando de tu esencia pura que emanas con naturalidad. Sin máscaras, sin espejos que se reflejan y te persiguen.

Lin – Lleida

Andamos y nos teñimos con los reflejos del ambiente que nos rodea, olvidándonos por un instante de quienes somos. Acostumbrados a dar explicaciones de las cosas que pensamos y por qué movemos cada pieza de una u otra manera.

Con una sonrisa volvemos a tomar aire, esa bocanada que nos devuelve la vida, sentimos libertad y una única presencia, la nuestra.

Les – Lleida

Siempre me había preguntado, con unos ojos inocentes y curiosos, porqué razón había tanta gente dentro de un vehículo a solas, leyendo, escuchando música, escribiendo o ensimismada con la vida misma. Interactuando como mucho con medios comunicativos, pero que les ayudaba a mantener una cierta distancia con el resto de sus semejantes. Con el paso del tiempo comprendí lo que se estaba buscando.

El propio lugar.

Esa fue la sensación con la que empecé este fin de semana en el que me embarcaba a visitar la Vall d’Aran, unos días en los que compartiría experiencias con otros que al igual que yo buscaban encontrar ese algo en la Nada. A la vez que exploraría los hermosos alrededores sin importar cual fuera el terreno.

Lin – Lleida

Hay un espacio que nos pertenece por derecho, por el simple hecho de existir. Incluso con cierto temor por lo que pudiera encontrar dentro de mí, o de mí misma. Saturada de la rutina diaria, sentía que necesitaba más espacio, ir a mi ritmo.

Dado que el hacer constante genera más y más, entrando en una rueda que da vueltas sin cesar. Así que me dispuse a regalarme ese momento con el mejor compañero para salir de la aparente comodidad e ir a la aventura. Consciente de mi rueda de hámster fue disminuyendo la velocidad y saltando en el último momento hacia fuera para ir a ese encuentro, necesario para cargar pilas.

Subí y tomé ruta. Durante dos días mi MINI Countryman sería mi acompañante, mi confidente y con su silencio me vería obligada a volver a encontrarme con la Nada.

Disfrutando del paisaje, de la maravillosa obra de la naturaleza que pinta cada día y en cada estación sin esperar que se le reconozca su arte. Pues sabe que lo natural es bello a los ojos de todos y su armonía calma cualquier corazón que palpite a más pulsaciones de las necesarias.

Bossòst – Lleida

El tiempo a su vez, siempre en forma para seguirnos a todas partes, frenó. Bajando de la rueda de la aceleración para volver a respetar su ritmo. Siempre resulta sorprendente como los minutos pueden convertirse en horas cuando las actividades llevan un ritmo más pausado, llegando a decir, “Vaya, ¿todavía es esta hora?”. ¿Qué había cambiado? El reloj era el mismo, era la misma persona, y estaba en el mismo planeta, siendo un fin de semana como otro cualquiera.

Los ojos con los que miraba mi entorno, con movimientos más sutiles y tranquilos, habían dejado de provocar al tiempo, que corre como ese niño juguetón cuando lo persigues. Mis propios pensamientos se habían vuelto más dulces, más comprensivos, ¿dónde habían quedado las críticas con cada tarea que tenía entre manos? ¿o esas listas interminables de “tengo que”?

Las respiraciones nutrían más mi cuerpo, los alimentos saciaban antes y el descanso hacía olvidar incluso donde me hallaba con la salida del sol. Incluso la gasolina del vehículo parecía que duraba más. Y eso que ya está preparado para hacer frente a cualquier situación.

Ese lugar del que había estado huyendo, incluso olvidando lo importante que era su presencia, me había estado esperando para regresar, ayudándome a cargar pilas y reconfortando como una madre, igual que tras una caída te abraza con una dulzura que sólo ellas saben cómo darla para calmarnos.

Saut deth Pish – Lleida

Con una sonrisa y de regreso al MINI Countryman para tomar el camino de vuelta a casa, me di cuenta, que aquel lugar, aquel espacio, estaba siempre disponible para mí, siempre que quisiera ir sólo tenía que invocarlo y pedirlo para volver a sentir esa sensación de plenitud y de pertenencia. Un lugar que me acompañaba a allá a donde fuere. Y sólo tenía que salir un momento del camino para entrar en él, encontrando en él ese hogar hecho para mí.

Llegado el momento de abandonar aquellas montañas que me habían hecho volver a creer en la magia, dejando que me marchara para volver a mi hogar. Subí en mi MINI compañero de camino para regresar. Melancolía y a la vez con una sonrisa, sabiendo que volvería a visitar aquellos ríos y árboles, conformándome con el lugar que habían ocupado en mi interior sin llenarlo de nada más que un MINI espacio sólo para mí.

Había encontrado un hogar que podía acompañarme y me había enseñado a ser, desde mí, a tener un lugar dentro del grupo. Al igual que cada árbol tiene el suyo, rodeado de otros semejantes formando un bosque que a su vez revestía la cima de la montaña esperando que pronto cayera el manto blanco sobre sí, esperando sentir el paso del tiempo con cada temporada.

Escrito por, Alexandra Cuquet. 


Agradecimientos

MINI España

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